17 de noviembre de 2015

New Dawn

Es hora de salir de la cueva, pequeña creatura.
Ya es hora de salir del bosque, niña. Niña, tú que has dormido con canción de cuna, tú que presenciaste la erupción de los volcanes, los terremotos y lo absurdo de la guerra. Niña, tú que estuviste acurrucándote en el vientre de la tierra y buscando  los ojos de Dios.

El tiempo de los hermanos, llegará.
El tiempo de la cosecha, llegará.
El tiempo de los ecos y las risas, volverá.
El tiempo de los frutos, llegará. La siembra ha sido buena.

Alza la mirada, mira el cielo, deja que la aurora te cobije, que ya es el momento de la salida del sol.
Permite que el camino te guíe hacia los senderos propicios. Despójate del cansancio de todas las batallas que perdiste, despójate de toda la gloria de las batallas que ganaste, despójate de todos los mares profundos y corre como agua de río.
Estuviste buscando sin descanso, alguien alguna vez te dijo que si querías encontrar agua, tenías que cavar en el mismo lugar, cavar adentro, cavar profundo: y le creíste.
El tiempo que estabas esperando ha llegado, ahora observas todo alrededor con la mirada del hombre despierto, con la mirada apoyándose en los muros derribados, tus propios muros derribados y te invade tiernamente un momento de sosiego.
Ha llegado el tiempo de reconocerte sembradora en los campos más áridos, sembradora en los desiertos, sembradora en los ojos del miedo, sembradora en los más profundos silencios, sembradora del fuego en caminos de hielo, sembradora en caminos muertos; ahora tienes en tu poder, pequeños y asombrosos hallazgos, la palabra impronunciable, un par de certezas , el conocimiento de los tiempos que se repiten en espiral adentro de los espejos.
Ahora convertida en mujer, sonríes. Ahora convertida en mujer, sonríes secándote todas las lluvias; sabes que en tu vehemencia, en tu razón, en tus argumentos más insólitos: nunca dejó de habitar la justicia.